La Convención de 1972 de la UNESCO sobre Patrimonio Mundial y Natural, ya planteó el problema del tráfico ilícito de obras de arte. Tras 50 años transcurridos desde el encuentro, se ha multiplicado esta lucha contra el comercio ilegal y se ha trasladado la importancia de tener en conciencia el daño moral que provoca el pillaje. El interés por los objetos artísticos se ha visto incrementado por la subida de precio de los mismos. Por otro lado, en regiones donde existe un conflicto bélico, la falta de sanciones, la vulnerabilidad de los sitios arqueológicos y la visión del patrimonio de una comunidad como objetivo, son factores que dificultan el camino en esta lucha.
En 2019, fueron confiscados durante una operación que implicó a más de 100 países, objetos de diversas épocas como armas antiguas, cerámica, fósiles y pinturas. Sólo en el aeropuerto de Kabul, se recuperaron 971 piezas de patrimonio nacional.
La Organización Mundial de Aduanas junto a la Interpol y la coordinación de la Europol y la Guardia Civil Española han interceptado un total de 19000 piezas antiguas, desmantelando redes internacionales de tráfico ilícito en dos operaciones simultáneas y coordinadas. Estos datos son una referencia para entender las dimensiones que ha alcanzado el tráfico ilícito de bienes culturales en las últimas décadas. Un pilar fundamental para la lucha contra el comercio clandestino sigue siendo la Convención sobre las Medidas que deben Adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, Exportación y Trasferencia de Propiedad Ilícitas de Bienes Culturales.
Además de que las legislaciones se han vuelto más estrictas, se ha trabajado también en el objetivo de fomentar la sensibilización de la opinión pública, mejorando dispositivos de vigilancia, rastreo y autenticación de las obras, traficantes, progresando a su vez, en la eficacia de las competencias. Según el Global Art Market Report, en 2019, el comercio ilícito generó a escala mundial casi 64.000 millones de dólares estadounidenses en volumen de transacciones.
Algunas operaciones conocidas y de alto impacto fueron los robos de cuadros como El Grito de Edvard Munch (2004) o El jardín del presbiterio de Nuenen en primavera de Van Gogh. Sin embargo, los fenómenos de tráfico ilícito suelen ocurrir en la sombra, relacionados con colecciones particulares, edificios religiosos, museos y sitios arqueológicos situados en países condicionados por su contexto.
Para abordar esta problemática, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó en 2015 la Resolución 2199 para impedir el tráfico ilícito de antigüedades procedentes de Siria e Iraq debido al estado de conflicto bélico, imponiendo sanciones económicas y diplomáticas a los países y particulares que participen en la especulación del comercio ilegal de antigüedades.
Cabe mencionar que estas sanciones se han vuelto cada vez más necesarias por la facilidad actual de ejercer este comercio por vía electrónica. Además, el proyecto ATHAR (Investigación sobre el tráfico de antigüedades y bienes de patrimonio arqueológico) detectó un aumento de este comercio durante la crisis sanitaria provocada por la epidemia de COVID-19.
En términos de patrimonio arqueológico subacuático, este control se hace más difícil por el ambiente en el que se mueven los traficantes y la falta de control continuo sobre actividades de buceo, a través de la cual, consiguen los objetos.
Este fenómeno va mucho más allá del planteamiento económico, ya que se trata de una cuestión moral cuyo daño principal se hace a través de nuestro propio patrimonio, ya que es común y pertenece a todos.
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ILLICIT TRAFFICKING IN CULTURAL PROPERTY
The 1972 UNESCO Convention on World and Natural Heritage already raised the problem of illicit trafficking in works of art. Fifty years after the meeting, the fight against the illegal trade has multiplied and the importance of being aware of the moral damage caused by looting has become more and more important. The interest in art objects has increased due to their rising prices. On the other hand, in regions where there is a war conflict, the lack of sanctions, the vulnerability of archaeological sites and the vision of a community’s heritage as a target, are factors that hinder the way in this fight.
In 2019, objects from various eras such as ancient weapons, pottery, fossils and paintings were confiscated during an operation involving more than 100 countries. At Kabul airport alone, 971 pieces of national heritage were recovered.
The World Customs Organization together with Interpol and the coordination of Europol and the Spanish Civil Guard have intercepted a total of 19,000 antique pieces, dismantling international illicit trafficking networks in two simultaneous and coordinated operations. These data are a reference to understand the dimensions that the illicit trafficking of cultural property has reached in recent decades. A fundamental pillar in the fight against clandestine trade continues to be the Convention on the Means of Prohibiting and Preventing the Illicit Import, Export and Transfer of Ownership of Cultural Property.
In addition to stricter legislation, work has also been done to raise public awareness, improve surveillance, tracing and authentication of works and traffickers, while improving the effectiveness of the powers. According to the Global Art Market Report, in 2019, the illicit trade generated on a global scale almost 64 billion US dollars in transaction volume.
Some well-known and high-impact operations were the thefts of paintings such as Edvard Munch’s The Scream (2004) or Van Gogh’s The Presbytery Garden in Nuenen in Spring. However, illicit trafficking phenomena often occur in the shadows, related to private collections, religious buildings, museums and archaeological sites located in countries conditioned by their context.
To address this issue, the United Nations Security Council passed Resolution 2199 in 2015 to prevent the illicit trafficking of antiquities from Syria and Iraq due to the state of war conflict, imposing economic and diplomatic sanctions on countries and individuals involved in the speculation of the illegal antiquities trade.
It is worth mentioning that these sanctions have become increasingly necessary due to the current ease with which this trade can be carried out electronically. In addition, the ATHAR (Antiquities and Archaeological Heritage Assets Trafficking Research) project detected an increase in this trade during the health crisis caused by the COVID-19 epidemic.
In terms of underwater archaeological heritage, this control is made more difficult by the environment in which the traffickers move and the lack of continuous control over diving activities, through which they obtain the objects.
This phenomenon goes far beyond the economic approach, since it is a moral issue whose main damage is done through our own heritage, since it is common and belongs to all.
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