La utilidad de fibras naturales para la confección del cordaje ya resultaba patente en la Grecia clásica, a través del uso de un recurso parecido a la planta del esparto denominada Ginesta, a la que los griegos llamaban sparton. Plinio ya distinguía en sus tratados la diferencia entre las cuerdas realizadas con esta planta y el llamado esparto español, utilizado en la Península Ibérica.
Ya existía, en el neolítico, evidencias de la utilización de la cordelería de esparto en los asentamientos, encontrados en numerosos yacimientos arqueológicos, como es el ejemplo del argárico de Los Cipreses en Lorca (Murcia).
Con el paso del tiempo, la tradición se intensificó gracias al comienzo de la explotación pesquera en las costas del sureste español. También se hace evidente el uso de este recurso en el hallazgo de una red atunera en Portugal, confeccionada con esparto a finales del siglo V a.C.
El uso rutinario del esparto continuó hasta la Edad Media, cuando se inició su relación directa con el medio marítimo. Una de las primeras definiciones que se encuentran en este ámbito es la del tratado escrito por Alonso de Chaves (cartógrafo y navegante español) que menciona el estrenque como una maroma gruesa de esparto con el que se amarran las naos estando surtas en los ríos que son buenas para allí porque las de cáñamo dáñanse con el agua dulce. Según las características descritas, el esparto permitía una mejor adaptación a la maniobra en los ríos.
El esparto como material, ha visto crecer a toda una especie a través de civilizaciones que han relacionado estas fibras con las facilidades y posibilidades como la del amarre de un buque o el traslado de mercancías. Este recurso, no sólo sustenta en formato de cesta, sino que encierra y permite transportar un conjunto de tradiciones ligadas con las prácticas artesanales de quienes trenzaban para confeccionar útiles.
Hoy, el esparto acompaña a una sociedad digitalizada e industrializada, pero la artesanía sigue trenzando este oficio y confeccionando todo aquello que nos une con la tradición de cuidar y proteger nuestras prácticas ancestrales.
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ESPARTO GRASS: A RESOURCE WITH HISTORY
The use of natural fibers for the manufacture of rope was already evident in Ancient Greece, through the use of a resource similar to the esparto grass plant called Ginesta, which the Greeks called sparton. Pliny already distinguished in his treatises the difference between the ropes made with this plant and the so-called Spanish esparto grass, used in the Iberian Peninsula.
In the Neolithic period, there was already evidence of the use of esparto grass cordage in settlements, found in numerous archaeological sites, such as the Argaric site of Los Cipreses in Lorca (Murcia).
With the passage of time, the tradition intensified thanks to the beginning of the fishing exploitation on the coasts of southeastern Spain. The use of this resource is also evident in the discovery of a tuna net in Portugal, made of esparto grass at the end of the 5th century BC.
The routine use of esparto continued until the Middle Age, when its direct relationship with the maritime environment began. One of the first definitions found in this field is the treatise written by Alonso de Chaves (Spanish cartographer and navigator) who mentions the estrenque as a thick esparto grass rope with which ships are moored when they are anchored in rivers that are good for there because those made of hemp are damaged by fresh water. According to the described characteristics, the esparto grass allowed a better adaptation to the maneuver in the rivers.
The esparto grass as a material, has seen the growth of a whole species through civilizations that have related these fibers with the facilities and possibilities such as the mooring of a ship or the transfer of goods. This resource, not only sustains in basket format, but also encloses and allows the transport of a set of traditions linked to the artisan practices of those who braided to make tools.
Today, esparto grass accompanies a digitalized and industrialized society, but craftsmanship continues to braid this craft and make everything that unites us with the tradition of caring for and protecting our ancestral practices.
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Oil painting Vista del Puerto de Santa María (1781-1785), Mariano Ramón Sánchez here.
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